Javier y yo nos hemos comportado como novios modernos e independientes, sin tomar mucho en consideración las tradiciones o, incluso, los deseos de nuestros padres. Esto no ha sido del todo bueno porque aunque los preparativos han ido avanzando y mis papás se sienten tomados en cuenta, al parecer la familia de Javi se siente excluida. Así que, a estas alturas del partido, mis suegros o bien, si soy rigurosa mis “futuros suegros” jajaja acompañaron a mi prometido a que pidiera mi mano.
Fue una situación algo forzada, sin llegar a ser incómoda, porque todos los que estábamos en casa: mis padres, mis futuros suegros, Javier y yo, sabemos desde hace meses que decidimos casarnos y que ambos estamos trabajando muy duro para pagar nuestra boda. Entonces esto de que sus papás hablaran con los míos para “darnos permiso de casarnos” me hizo sentir como en la novela de “Como agua para chocolate”.
Estuvimos algunos minutos en la sala donde las señoras dominaron la tarde con comentarios del tipo: “¡Ay, es que estos niños se quieren casar!” o “¡Ay, es que Javier es tan trabajador!” Javi y yo intercambiábamos miradas aguantándonos la risa, saboreando los bocadillos que habíamos dispuesto para la ocasión.
Hubo un momento en que la mamá de Javier expresó su disgusto porque nos hubiéramos manejando con tanta “independencia” pero, afortunadamente, mis papás la tranquilizaron diciendo que “así se hacen las cosas en estos tiempos”.
Después de la conversación todos quedaron contentos: mis suegros, en especial mi suegra, tranquila; mis papás, felices; Javi y yo, convencidos de estar haciendo lo correcto. 🙂
Finalmente, pudimos brindar con la felicidad de que todos estamos en la misma sintonía. ¡Salud!